domingo, 11 de octubre de 2015

Conducir un autobús para vivir en un coche

Las grandes tecnológicas de Silicon Valley se enfrentan a un conflicto con sus conductores




La distancia comprendida entre San Francisco y San José es tan solo de 67 kilómetros. En una tierra en la que hace 50 años se recolectaban manzanas, melocotones y albaricoques, hoy florecen los chips, aplicaciones y redes sociales de moda. Dos ciudades que rozan y superan respectivamente el millón de habitantes. Un recorrido que en coche solo llevaría una hora puede extenderse a más de tres.
La autopista 101 —jalonada cada 2,5 kilómetros con una campana para recordar el Camino Real creado por Fray Junípero Serra para conectar las misiones de California— no da abasto. A ambos lados de ese recorrido se encuentran las empresas conocidas en conjunto como Silicon Valley. El Caltrain, el ferrocarril que une ambos puntos, lo hace en 1,5 horas; su frecuencia, solo uno por hora, lo hace ineficiente.
Ante este panorama, las grandes tecnológicas hace años que decidieron contratar autobuses para trasladar a sus empleados de casa a la oficina y viceversa. Paran cerca de los buses municipales, varias veces por hora, tienen asientos de cuero, cristales tintados, bebidas, aseos y, cosas de la productividad, conexión wifi y mesas plegables para trabajar durante el trayecto.
Los conductores no forman parte de las empresas, no tienen bonus en forma de acciones que se convierten en fortunas al salir a Bolsa. Compass, la subcontrata que traslada a los empleados de Apple, Zynga, eBay, Yahoo, Paypal y Genentech, paga 18 dólares por hora a los conductores. Una cifra que no permite abonar los 3.313 dólares de media que según Zillow, una web especializada en el mercado inmobiliario, cuesta el alquiler en San Francisco. La semana pasada se manifestaron frente al Ayuntamiento. Un grupo confesó dormir en su coche. Scott Peebles, que dejó que se publicasen fotos de su hogar móvil, se ha convertido en símbolo de esta desigualdad.
Mientras, Google y Apple trabajan en poner en el mercado coches sin conductor.
Fuente: El País

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